top of page

¿Es posible casar aprendizaje cooperativo y distanciamiento social?



Marta es profesora en Secundaria, y con esto del Coronavirus lleva dos meses dejándose la piel desde casa para que todos sus alumnos sigan vinculados al cole y ninguno se quede atrás. En el cole siempre ha trabajado de manera cooperativa, pero claro, ahora mismo la cooperación ha quedado en un segundo plano. Y ahora mismo no tiene capacidad para imaginar cómo serán sus clases cuando volvamos al cole. "Si no vamos a poder acercarnos unos a otros… ¿Cómo haremos para que los alumnos trabajen en equipo?"

Marta no podrá dar respuesta a esta pregunta hasta que no exista claridad sobre cómo será esa “nueva normalidad” de la que tanto escuchamos hablar estos días. ¿Cómo se organiza una escuela con un espacio que imposibilita el distanciamiento social? ¿Cómo se manejará el tema de las ratios? ¿Habrá que compaginar colegio y trabajo en casa? ¿Será posible reducir las barreras para la inclusión asegurando, entre otras cosas, el acceso a dispositivos electrónicos y a Internet para todo el alumnado? ¿Cómo organizar las diferentes formas de apoyo educativo? ¿Qué se le va a pedir al profesorado? ¿Se decidirán por fin nuestros dirigentes políticos a escuchar al profesorado y a invertir en recursos humanos y materiales para la mejora del sistema educativo? Estas y muchísimas otras preguntas deberán encontrar solución en las decisiones que gobierno, administraciones autonómicas y centros educativos tomen, ojalá que con el objetivo de asegurar la excelencia y la equidad, que son los dos elementos clave de la calidad educativa.


Es cierto que la toma de decisiones está supeditada al avance de la pandemia, y que las decisiones que se tomen hoy tal vez no sean válidas para la situación en la que nos encontremos en septiembre. Pero también es cierto que cuanto antes sepamos las medidas, más tiempo tendremos para empezar a re-pensar nuestra práctica docente, lo que ayudará a que realicemos menos improvisaciones.


En algunos países las escuelas han vuelto a abrir sus puertas físicas con medidas para asegurar el distanciamiento social. Podemos ver imágenes de ello en las redes sociales y los telediarios: mesas distanciadas a dos metros unas de otras y mirando todas a la pizarra, barreras físicas por todos lados para evitar todo tipo de acercamiento, estanterías y bibliotecas de aula censuradas con plásticos...


Para cualquier profe que tenga por costumbre fomentar el trabajo en equipo en las aulas, el panorama es desolador, y sólo podrá mirar estas imágenes con tristeza. ¿Estamos volviendo a la escuela tradicional y a una forma de trabajo centrada sólo en el aprendizaje individual?


¿Será posible que los alumnos aprendan así de manera cooperativa?

Nos tocará enfrentarnos a un nuevo escenario lleno de dificultades, muchas, de eso no hay duda. Una montaña rusa con cambios continuos en las medidas a tomar. Sí, ya sé que los profesores llevan dos meses de montaña rusa... pero en las aulas el escenario va a ser muy diferente al actual, y habrá que volver a pensar cómo enseñar y cómo favorecer el aprendizaje de todo el alumnado en ese nuevo escenario. Nos tocará hablar un idioma nuevo, el de la "nueva normalidad" y el distanciamiento social, que hacen que la mayoría de las estrategias que hasta ahora habíamos utilizado para favorecer la cooperación en el aula ya no sean viables:

  • ¡Nos ponemos por parejas!

  • "Revisa el ejercicio de tu compañera".

  • "Pasamos el folio a nuestro compañero o compañera de la derecha!".

  • "¡Sacamos la carpeta de equipo!"

  • “Discutimos esto en el equipo durante cuatro minutos”.

  • "Una persona del equipo se levanta y va a comprobar su respuesta en el equipo de al lado".

  • ...

¿Cómo podemos adaptar todo esto? En algunos centros de secundaria, todo el alumnado cuenta con un dispositivo electrónico personal con acceso a Internet, y eso les permite interactuar por medio de las pantallas, aunque físicamente no puedan estar cerca. Pero son tan pocos los centros que tienen ese privilegio… Ojalá una de las políticas para favorecer la equidad en el sistema educativo en las circunstancias en las que nos encontramos fuese la de dotar a todo el alumnado de un dispositivo electrónico y dotar todas las aulas de acceso a Internet.


Soñar es gratis, y mucho me temo que los centros educativos seguirán sin poder utilizar dispositivos individuales para interactuar. Y cada profe, cada equipo educativo, deberá poner en juego toda la creatividad posible para que la cooperación en las aulas siga siendo una realidad. Sin esa creatividad (y muchas dosis de ilusión), es prácticamente seguro que volveremos al profe tradicional que por norma enseña a un alumnado que está colocado en filas y que no interactúa en absoluto. El aprendizaje individual volverá a ser la única forma de trabajo en el aula. Perderemos la esencia de la cooperación.


La clave, en mi opinión, está en ir más allá de cada estrategia que utilizásemos hasta ahora, y rescatar de ella aquello que la hacía valiosa, intentando darle un nuevo lenguaje. Voy a poner un ejemplo que para muchos profes puede ilustrador: la estructura cooperativa del folio giratorio, una estructura muy recurrente que hace que los alumnos, trabajando en parejas o equipos, compartan en un folio que gira sus aportaciones para una tarea. ¡Cuántas veces hemos utilizado esa estrategia en las aulas! Y ahora esto se hace imposible, porque los alumnos no podrán estar cerca unos de otros, no podrán pasarse un folio ni prestarse un bolígrafo… ¿Cómo hacer?


La pregunta es: ¿por qué consideramos valiosa esa estructura cooperativa? Entre otras cosas, porque promueve la participación equitativa, porque asegura la igualdad de oportunidades en lo que a la participación se refiere. El folio giratorio nos ayuda a que aquellos alumnos que siempre quieren acaparar la participación se vean forzados a dejar espacio a sus compañeros, y que aquellos que siempre delegan en los demás se vean forzados a pensar y a participar. Seguro que no logramos al 100 %, pero nos acercaremos al objetivo de que el alumnado participe el mismo número de veces o la misma cantidad de tiempo, siempre y cuando todos los miembros estén en igualdad de condiciones. En eso consiste el principio cooperativo de la participación equitativa.


Se trata, entonces, de pensar nuevas formas que aseguren el cumplimiento de los principios cooperativos.

¿Cómo podemos traducir, desde esa mirada, el folio giratorio si los alumnos están a dos metros de distancia? La creatividad entra en juego. La primera idea que me viene a la cabeza es que los alumnos trabajen por parejas y enfrentados físicamente (respetando la distancia), y que hagan el ejercicio oralmente: Cada uno va aportando una idea respetando el turno, y escribir en su folio personal la sucesión de ideas aportadas por ambos. Cuando visualizo la actividad así, pienso en los alumnos con sus mascarillas, intentando hablar sin entenderse y levantando cada vez la voz… y me imagino el caos asegurado. Habrá que ir perfilando hasta encontrar una forma que funcione y que respete el principio de la participación equitativa.


Fácil no va a resultar, desde luego, sobre todo para aquellas personas que están acostumbradas a aplicar estrategias cooperativas al pie de la letra sin adaptarlas o sin hacerlas suyas. Ahora que esas estrategias no son viables, nos toca dar un paso más allá, y convertirnos en creadores de estrategias de enseñanza adecuadas a la nueva realidad. Da igual qué forma tengan esas estrategias, lo importante es que cumplan los principios del aprendizaje cooperativo, esto es: que los alumnos interactúen entre ellos para incrementar al máximo el tiempo de participación activa de cada uno, que todos muestren la huella de su trabajo individual, que las cuotas de participación sean equitativas, que realicen tareas en las que se necesiten unos a otros, que dediquen algún tiempo para frenar y evaluar cómo trabajan juntos, y que todo esto lo hagan en un clima de relaciones positivas.


¡Qué fácil resulta poner todo esto por escrito y qué difícil imaginarlo en la práctica en el contexto de distanciamiento social! Entonces, ¿por qué insistir en ello si además las políticas educativas nos ponen tantas veces tantas piedras en el camino? La respuesta es clara: Porque una vez que hemos sido testigos de que el aprendizaje cooperativo es un medio privilegiado para la excelencia y la equidad, sabemos que no seríamos capaces de volver a un sistema de aprendizaje individual que se deja a tantos alumnos en la cuneta.


Me quedo con la frase de Fito Páez:


“¿Quién dijo que todo está perdido? Yo vengo a ofrecer mi corazón”.


Reconozcamos nuestro cansancio actual y la sensación de abandono por parte de las administraciones, sí, pero tengamos fe en que no todo está perdido.


Es posible la esperanza. Si el cansancio nos ha hecho perder la ilusión… es lógico. Ya nos daremos un tiempo de descanso en verano para recuperar esa ilusión y esa alegría que nos hacen pelear cada día por nuestros alumnos. Con la seguridad de que los alumnos son lo primero, carguémonos de ilusión y ofrezcamos nuestro corazón, nuestras fuerzas, nuestro entusiasmo… Pensemos, creemos, avancemos… aunque nos confundamos.







174 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page